Oliverio Girondo, Olga Orozco y Norah Lange en La Recalada (Delta) |
En 1936 Oliverio se hace de un
bergantín, el Martín Fierro, mediante el cual el autor de Veinte poemas para
ser leídos en un tranvía, intenta “un vaivén más apurado”, según señaló Norah
en el banquete inaugural y en la correspondiente arenga a “tripulantes,
grumetes, naúfragos y demás ingredientes náuticos”. Adquiere también una isla,
o alquila una casa en el Tigre en la isla San Carlos, junto al río Capitán.
Allí va todo el mundo (intelectual, sobre todo). Allí recalan cierta tarde
Rafael Alberti y María Teresa León, exiliados españoles, prestigiosos
escritores. Alberti dirá, en verso, la aventura vivida en aquella ocasión
(Boletín de la SADE 1961-1963, Buenos Aires, Casa del Escritor). Según parece,
esa noche había subido el agua, el río había extendido su zarpa, anulando
huerto y jardín y escalera, la casa estaba convertida en un extraño barco, y
obligados pasajeros a merced de “las olas, del vino, la amistad, la poesía”,
mientras “Norah, arcángel de ascua, los cabellos/ trataba de amansar las aguas
con la música/ de su celeste acordeón, mi armónica/ le respondía en brisas
populares/ María Teresa hablaba en castellano/ de Castilla la Vieja/ y
Oliverio/ -un Debussy con algo de sátiro jovial mefistofélico-, / se afilaba la
barba/ gritaba, se reía...”
No hay comentarios:
Publicar un comentario