lunes, 31 de marzo de 2014

Almanaque isleño: Marzo (Alberto Muñoz & Javier Cófreces)




El navegante de los nervios / Horacio Rodríguez Gerpe
dibujo a lápiz de color y pastel

Marzo es un buen mes para matar a la madre. 
Los viejos remeros no nos delatarían, menos aún las hormigas que ante la proximidad del otoño pasan a retiro sus conocimientos de hidráulica para tejer sobre bastidores amarillos. 
El comienzo del período escolar es el más propicio para esconder el cadáver de una madre. 
Nadie buscará al homicida cuando se trata de cotejar precios de reglas escuadras, transportadores y tinta Pelikan azul lavable. 
Las maestras deberían desaparecer junto a las madres, aplastadas por el árbol de la vida o por las botellas con estiércol que arrojan los murciélagos desde las aspas de los ventiladores de techo.
En marzo los insectos triplican su tamaño y la isla comienza el cambio de color, llenándose de materia inexplicable.
Sarmiento respiraria aliviado, tras los ataques da asma que le producia el receso lectivo

Almanaque isleño: Abril (Alberto Muñoz & Javier Cófreces)


Moradas filosofales / Horacio Gerpe





A lo largo del mes las casas se hunden unos centímetros, cansadas ya de sostener el peso de las cocinas económicas. Hay un acopio de leña y de hongos que parasitan las fallas antiguas de la madera. Los pájaros levantan el edificio de la tradición. Parlotean como viejos sargentos, dando órdenes para que el verde erotismo trabaje sin exceder la inteligencia de las anguilas. Reaparecen las fogatas, la presencia de Haroldo Conti y el humo liberado por el tránsito de tijeretas que abren sus colas con mayor convicción. El trabajo violento y de zozobra de la comadreja es estudiado con fines sonoros, para escribir o leer a primera vista sones y estribillos adheridos a los muelles después de una bajante. Viejas semillas del guaraní hacen dulce con los postigos. Las casas son pintadas a la mañana y despintadas a la noche por los insectos removedores de esmaltes. La madera se torna quebradiza y detrás de ella viven bichos ruidosos haciendo su anónimo trabajo.

domingo, 30 de marzo de 2014

Delta de mis amores (Silvio Francini)



Paseo de amigas/ Oleo s/cartón
Medidas: 0,40 x 0,30

Esperando la pasajera

Remero/ Oleo/ sharboard /Medidas:1,00 x 1,20


Silvio Jorge Francini nace en San Isidro el 9 de julio del 58. Estudia pintura con los maestros Juan Carlos Moretti y con Rafael Palermo.

Más de su obra en: https://www.facebook.com/francinipinturas.deldelta/photos

Xilografías con mousse (Olga Bautista)




viernes, 28 de marzo de 2014

El Delta (Carlos Enrique Urquía)


Serie del delta / Fermín Eguia



Óyeme
aquí te hablo
este puño amigo
la plata poesía que inaugura la herencia
una historia natural repartida en la estrella de la boca.

He crecido
el año que me instala
el que me mide
me puso tiempo
y subió mi existencia hasta el misterio.

Hombre
me citó hombre
y arregló como pudo la primera mañana en la cabeza
esta popa combada de la nuca.

Y me empujó hacia el viento
las líquidas ventanas de la infancia
la calle horizontal
inicial lógica
cuando los padres muertos no vigilan.

Desde aquí
mi asistencia enamorada.

No he llegado
he sido siempre la situación de amor
lo que transcurre
asombro y alegría
la orilla linde azul de tu paisaje
la ribera hacia adentro.

Algo como el tambor que tocan las estrellas
en la noche redonda de los grillos.

Delta del Paraná
vientre en el agua
tibio triángulo
pájaros y oxígeno.

Arenibarrijuncos de espadas verticales
como mi pecho.

Ranuras verdes
álamos y sauces.

El cardado equilibrio de los ceibos
la flor
un cardenal
un puntazo
se hirió la primavera.

Óyeme
aquí te hablo.

Desde el más cerca mismo del poema
desde su nacimiento admirativo
desde tus pies
oh Delta
y tus mojarras
ovalados relámpagos voraces.

Cuando mi brazo se arma para atender la cuota del hallazgo
las manos en cubeta
el agua curva y musculosa
y el feriado almanaque de las manzanas.

Los hombres me visitan y preguntan
es un continuo recibir
las cartas
un poco de pescado
la comida
serio acontecimiento hasta los hombros
ningún alivio para no tenerte
para salvar tu brazo de humedades
tu alfilerazo indígena
tu cielo de botella deshojada.

Óyeme
aquí te hablo Delta del Paraná
árboles árboles
plumivelocidades de pájaros lijados
corrientes
aguas altas
un hombre
una mujer
una familia.

El bote
escama azul al infinito
combado caballito de las islas.

El silencio también.

Golpea tu silencio en las puertas del aire
sólo un sistema de ángulos
silencios sostenidos
una relojería de silencios
tictaques átomos conque siembra el tiempo
diagramas del oxígeno pelado.

El silencio en la arteria de la noche
cuando la última lancha apaga su motor
y no existe una rama que cae en la masiega,

El silencio de las islas
hasta un zumbido ingenuo y se deshace
algo tocó su paño
la latamangangá desde los troncos
poroto alimetálico
ruido negro
centro que hierve
y se mueve el cuaderno y la memoria.

Desde este puño amigo
Delta del Paraná
para encontrarte
habrá de recitar toda la sangre
subir
bajar
tocarte en las mareas
y oprimir tus cinturas de humedades
tu ecuacional misterio
tu apogeo.

lunes, 24 de marzo de 2014

Boletín Isleño | Marzo 2014 - Boletín Isleño








Compartimos con ustedes la última edición del Boletín isleño. En el sitio podrán leer y descargar éste número y los anteriores.
Mesa de redacción: José Beccar Varela y Fernando Uzal


Boletín Isleño | Marzo 2014 - Boletín Isleño

Cristian Alexis Gonzalez















Cristian González (Buenos Aires 1976)




Desde muy pequeño se sintió atraído por el agreste paisaje isleño. Ese que los visitantes ocasionales del Delta apenas consiguen atrapar unos minutos o algunas horas cuando navegan por canales y riachos que sólo los lugareños conocen con la precisión de un baqueano. Uno de sus abuelos, que tenía una pequeña propiedad en una isla desolada y lejana, fue el que lo inició en el deslumbramiento por los verdes intensos y los azules majestuosos que se funden, que se reflejan en el agua que fluye sin descanso, pero con un destino algo más que aparente. Nunca pudo olvidar esas imágenes porque quedó atrapado por ese hechizo vegetal, por esa naturaleza salvaje que lleno sus ojos de imágenes infrecuentes a la edad en que las impresiones se graban directamente en el alma. Por eso en cuanto pudo, después de haber fatigado talleres para adquirir técnicas básicas y perfeccionar su estilo, después de haber optado por las artes plásticas en lugar de la música –su otra pasión- Cristian Alexis González tomo dos decisiones trascendentes: vivir de la pintura y mudarse a una isla del delta para retratar en sus telas toda la magnificencia del color de esos maravillosos escenarios donde el mundo moderno retrocede un poco hacia sus orígenes.

Nadadores (Gabriel Martino)





Gabriel Martino (Buenos Aires 1975) vive en la 2da sección de islas del Delta de San Fernando.
Más sobre su obra en www.gabrielmartino.blogspot.com.ar

domingo, 23 de marzo de 2014

Adrián Paiva (Damián Masotta)










Las imágenes pintadas de Adrián Paiva surgen de dos espacios mentales absolutamente relacionados: la contemplación y el silencio. Crear es parir y parir se pare en un grito que no viene solamente del placer liviano. Gozar está en relación con sentir lo que sea, y en el caso del proceso creativo el sufrimiento y el dolor son partes intrínsecas a él.






El artista auténtico nos muestra en su obra su alma, su ser en el mundo, su modo de comprender, su modo de actuar. Las obras que presenta Paiva en Masottatorres son pedazos de una parte de su vida, retazos de su estar en el Tigre, miradas cotidianas de su entorno que muestran cómo vibra en él la naturaleza observada permanentemente, espacios de selva y monte metidos en la retina, en la piel y la sangre. La naturaleza lo modifica, al igual que lo hace el retumbar de los poetas leídos, de los filósofos discutidos, de los cuadros vistos, del intercambio con los grandes maestros. Los suyos son encuadres necesarios que su ojo componedor de la imagen hace y logra traducir en una maraña de delicadezas, de color puesto donde éste habla mejor. La obra de Paiva es sutil, masculinamente delicada, trabaja con una observación obsesiva, casi científica, es un poeta de la observación. Se siente que lo seduce tanto la geografía tigrense como la materia misma de la pintura cuando empieza a funcionar independientemente de la naturaleza contemplada. Es el momento donde el objeto de la mirada cambia y la pintura pura nace. Allí está el salvaje, que no lo es por vivir en una geografía diferente a la urbana, lo es por cómo la pintura sigue apareciendo primitivamente en él, en esta época de imágenes múltiples traducidas por los bits de la cibernética. El pintor mira el cuadro, se deja seducir por el funcionamiento de los elementos plásticos. La obra se hace abstracta absolutamente y así el poeta escribe seducido por la amada, pero luego la olvida y la hace palabra, verso, metáfora, la amada se aleja, pero surge el poema. El pintor juega en la pintura a mover los hilos para que el juego sea el mejor.






Las pinturas de Paiva tienen una mirada algo extranjera, no urbana, una mirada lenta, que contempla la vida, el artista parece ser en alguna de sus personalidades un monje zen que mira la vida a través del dibujo y de la pintura, lo que se dibuja se comprende -dirán los orientales. Él ha buscado siempre comprender, y hoy parece querer contemplar y dejarse modificar por lo que observa. Paiva es el observado por lo que observa, él es modificado por lo que pinta, por la naturaleza recreada en sus imágenes. “Comer pintura” sería un buen nombre para sus trabajos últimos pues “estar” en la pintura y descubrirse armando mundos mediante ella es lo que Adrián Paiva hace entregándose física y síquicamente a esa tarea. Comer pintura es pensar en la acción de pintar las relaciones entre los colores, las formas, la expresión de los trazos, entrar en conexión vital, visceral, con el material, con la impresión de lo observado dentro y fuera de la tela, es meterse en un trabajo que requiere -por su forma de ser artista- de su sangre, de sus kilos perdidos al pintar, de sus horas de sueño no conciliado. “Paiva, el último romántico” sería otro título adecuado del libro a publicar.

La instalación objetual “heladera de artista” es un maravilloso mundo de historias, un paseo mágico y alquímico por un espacio que parece un freezer de instantes, de reflexiones, de objetos que lo impresionan, lo inspiran o simplemente le atraen con la fuerza con que algunos objetos nos pueden atraer, accionándonos en el deseo de conservarlos sin reconocer por qué. Fetiches, sapos secos, piedras, maderas traídas por el río, pedazos de textos, detalles antiguos encontrados en algún sitio. El Tigre embarra todo, lo lleva a lo que es. La heladera se vuelve así una caja metafísica que nos puede llevar de la risa al temblor, del simple voyerismo que pretende husmear en la vida del otro como si miráramos por la ventana al vecino al encuentro con preguntas básicas; el artista verdadero es un filósofo de los símbolos, es un decidor que dice sin palabras. La heladera nos atrapa y nos lleva a nosotros mismos, nos da de cara con lo que parecemos ser, y así también la instalación ayuda a la lectura del resto de la muestra.


Para el artista del tipo que es Adrián Paiva, la búsqueda pasa por el silencio, la llegada se escribe con los términos de la búsqueda. Y la búsqueda se hace poniendo el cuerpo.






Damián Masotta





Fuente: http://www.masottatorres.com.ar/esp/muestras/paiva.htm

Poesía en el muelle 8: Miguel Gaya

Aria para don Juan L (Alberto Muñoz)



portada del disco de Liliana Vitale en donde aparece esta canción de A.M.





Tiene
 la edad de lo tanto
sangre
uva de parral
quiso morirse a versos
solo
lento
puro Paraná.

En la hierba
siesta
cuna de dormir
lo hondo
suena la pedrada seca
como un octubre
sin fondo.

Tiene
por el sauce
las venas
 rojas
de urdimbre
Y tinta
puro Paraná.
Tiene
 por el sauce
las penas
rojas
de tinta y vida
puro Paraná.

Cuando el terror infantil
vuelve carnaval la aurora
y de las aguas del patio
se nacen las mariposas
un filo
de cuchilla agria
separa el viento
y las hojas.

Algo
 o alguien
o piedra alguna
tuvo que robarle
a las ramas
el secreto…
cómo se van
moviendo
las cosas

en su sitio.

Desguace (Alberto Muñoz)


río paycarabí / invierno 2013- marisa negri





Una mancha pasa río abajo, es gasoil, hay un desguace cerca de aquí. La vieja lancha almacenera va camino al cementerio, hundida en el agua saluda por última vez.
La torcacita canta por motivos ajenos a ese cuerpo de clavos que el río arrastra. Como un jinete, el patrón de la almacenera viaja aferrado a su timón, muerto de frío. El viento barre una cinta de luto, el ojo rosado del gasoil extermina los helechos de la costa y los huevos del caracol.
Una opulencia de hormigas negras llevando a sus tierras subterráneas excrementos y hojas bermejas  forman un camino, ¡Ah, imitan las arquitectas divinas el periplo de la barca al cementerio! Lo mismo sucede por el río que por la tierra; un brazo rápido tuerce los rosales (también los pétalos sienten el martirio). La drupa pequeña del álamo envía al funeral sus frutos comidos, sus parásitos.

¡Éste es el paraíso terroso y anaranjado! Nec spe, nee metu, ni esperanza ni miedo.

Pescados de río (Javier Cófreces y Brian de la EP20 del Paraná Miní)

Oda al Paraná VIII (José Carlos Gallardo)





VIII

La arcilla fue la espuma primitiva
del mundo, el agua adánica
esculpida, el primer sonido
oscuro que llegó desde la nada.
Final arcilla para el agua, adobe
numismático de las islas.
El paisaje es un hombre. Crece el aire
en un tronco amarillo, polvo líquido.
Los riachos
llevan en hombros casas arcillosas
expuestas como máscaras del sueño.
Gris, la tierra y el agua, la madera
y el aire.
Y sigue el río su abismal molienda,
su cálido glaciar terroso
que convierte en isleños pompeyanos
hombres y adobes con igual silencio.

Oda al Paraná (José Carlos Gallardo)

Ricardo Supisiche- La escalera-





III
Islas: embocadura de las aguas.
Las islas son el pan de la corriente.
En las islas, el sol es verde.
Las islas tienen milenarios
huesos de tierra, antes que el hombre echara
una primera capa de cadáver
a su propia memoria. Entre las islas,
el planeta corrige su cansancio.
Sobre las islas, los insectos
proclaman la absoluta incandescencia,
los densos animales hacen
opaco el clima,
los pájaros infectan como un polen
y los yuyos devoran aire o luz.
Entre las islas, el silencio
crece desde un graznido
y hay un perenne olor a flor acuática
y un excremento matinal
y un triunfo de rumores inoíbles
y una estridente claridad profunda
donde es innecesaria la palabra,
la paz, la muerte y el sentido
público de las cosas.




José Carlos Gallardo
Nació en Granada (España) en 1925 y murió en Buenos Aires en 2008.
 Ha publicado “Madrugada” (1946), “A media montaña” (1952), “Hombre caído” (1954), La ceniza (1965), entre otros.
Este poema pertenece a “Oda al Paraná”, una edición ilustrada por Carlos Alonso, Juan Batle Planas, Francisco García Carrera, Mario Grandi, Roberto González, Oscar Herrero Miranda, Matías Molina, Ricardo Supisiche, Carlos Uriarte, Julio Vanzo y Roberto Viola.

sábado, 22 de marzo de 2014

Isla "El silencio" Arroyo Tuyú Paré (Miguel Gaya)










Esta casa

de pilotes

cerrados

a cal y canto

Este claro de

pasto ralo

donde está la casa

Esta humedad

de las paredes

entre los pilotes


¿Para qué están?






Dentro de la casa

Debajo de la casa

Contra la pared

¿Quién se acurruca?



¿Puede alguien arrullarse

en medio de su dolor?


/¿Solo?/


¿Puede una muchacha

arrullarse

si tiene

los labios

agrietados por el dolor?


¿Y qué escuchan

sus oídos

si se arrulla?

¿Cuál es el sonido

que hace

y que

se expande

en la parte baja

de la casa esa

de pilotes tapiados?


¿Qué orejas tiene

la muchacha

que se arrulla?

¿Qué labios?


¿Cómo son sus pies

desnudos o/

¿Cómo sus manos

atadas?


¿Qué escucharon

sus oídos/ a los que

ahora llega

su propio

arrullo?/


¿Qué escucharon antes

de que ese arrullo

de ella misma

surgiera

de adentro de ella

por sus labios?



¿Pasa ese arrullo

los muros?


¿Queda?




¿Cómo vuela

o se enrieda

entre los árboles?/

Entre los árboles/


¿Quién canta?

¿Qué arrullo o canto o salmo

queda

/ ahora

entre los años/

/ y los arbustos?




/¿Quién

canta?




/¿Quién

tiene/



mi voz?

que tanto duele?




Las instalaciones de la Isla El Silencio fueron utilizadas por la Armada Argentina como campo clandestino de detención en la última dictadura militar

de "Siluetas en la corriente del río" Ediciones del Cronopio Azul. Bs As. 2000

Cerca del río Tigre un domingo (Miguel Angel Bustos)








Cerca del río Tigre un domingo

Pienso
en la gente
que descansa
en la tierra húmeda
en las calles de naranjas.
Hablan
y ríen
de lejos.
Sobre el río Tigre
cae
el aire helado.
Un sol
hunde
los pasos en las aguas.

30.7.61

(madrugada)






Miguel Angel Bustos
Nació en Buenos Aires, el 31 de agosto de 1932. Entre 1952 y 1956 desarrolla su pasión por los idiomas (inglés, francés, portugués, italiano) y estudia hasta tercer año en la Facultad de Filosofía y Letras.
Entre 1960 y 1963 viaja por el norte del país, Brasil, Bolivia y Perú. Cuando regresa a Buenos Aires en 1964 se casa repentinamente y sufre una internación de casi un año en el neuropsiquiátrico Borda donde conoce a Jacobo Fijman.
Entre 1966 y 1967 el dibujo comienza a ocupar un lugar tan importante en su obra como la misma poesía, al punto que cuatro de sus cinco libros están ilustrados por él. Conoce a Leopoldo Marechal, al que define como su maestro y que prologa “proféticamente” Visión de los Hijos del Mal, publicado por la Editorial Sudamericana y por el que recibe el Segundo Premio Municipal de Poesía en 1968. Conoce a la artista plástica y definitiva mujer, Iris Alba. Entre 1969 y 1975 obtiene una Beca del Fondo Nacional de las Artes, con la que publica su quinto libro. También realiza una importante exposición de dibujos y pinturas cuyo catálogo es escrito por Aldo Pellegrini.
A partir de 1970 se dedica al periodismo como crítico literario, escribiendo en las revistas Siete Días y Panorama y en los diarios La Opinión y El Cronista Comercial.
En 1972 nace Emiliano, su único hijo. Dicta clases en la Facultad de Filosofía y Letras y se dedica al estudio del rumano.
El último domingo de mayo de 1976, un grupo de paramilitares lo secuestra de su casa. A partir de ese momento integra la lista de los treinta mil desaparecidos.

Delta (Viviana Abnur)





Viviana Abnur
Nació en Buenos Aires en 1964.
Publicó: “Quien asesinó a Bambi” (2002), Agosto (2007) y Delta (2011) , Flores y velas (2012)



tirar de la tela que envolvió los cuerpos desgarrar la costura la piel la hendidura la noche apenas un fósforo no alcanza para ver porque de pieles roces y costuras la luz no sabe nada tendré que matarte o morir a oscuras cuerpo a cuerpo en el vaso medio lleno del último vino la ventana se abrió para tu ojo las calles se inundan se trepa la ciudad se sube y los músculos del niño hacen al hombre la lluvia dale y dale las calles imposibles las señas del regreso entonces te das por perdido y elegís sobre esta parcela estoy mirándome los pies mojados en este delta




a un paso de la puerta de hielo el pueblo repollitos de agua camalotes sapos debajo del muelle el río cada tanto la orilla se interrumpe con el residuo de una lancha los padres preparan el asado los chicos hundimos las manos en los espumeros a la noche clavamos el palito despellejamos las ranas freímos en la playa comemos la arena despide al sol se enfría poco a poco

El río pasa (Guillermo Neo)






Guillermo Neo nació en Buenos Aires en 1971
Publicó: " El color de la Mesa" 1998, Ediciones del Diego, "Sucesos Orilleros", 2000 también por Ediciones del Diego. "La Siberia", 2001 en la Revista que circula por correo electrónico " Correo Extremaficción mensual de ficciones Números 5 y 6. "Swinger" 2002, bajo el Proyecto de Arte de Tapa (poesía + plástica) de la Casa de la Poesía, de la Dirección General del Libro y Promoción de la Lectura, Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Autónoma de Buenos Aires. "La Fragmentación", 2004 también en la Revista "Correo Extremaficción" mensual de ficciones Tomo IV Número 10/7. "Poemas de superficie", Ed. Gog y Magog, 2007.


El río fluye frente a mí.
De izquierda a derecha
Hoy parece algo más ligero
que de costumbre.

Una lancha pasa.
Atrás, deja su estela
y de ella se desprenden
a un lado y al otro
cantidad de olas.
En principio son blancas,
luego se tornan marrones.
En un río sin orillas
tendrían un recorrido infinito,
pero en este angosto canal
pegarán de lleno en la estacada
o se disolverán en arena.

Tras de sí
la lancha nos deja
un vacío confuso y disperso
una señal indescifrable
de eso que pasó
y no supimos comprender.

Por un momento deseamos ir tras ella,
como aquella torcaza
que en vuelo rasante
sigue la estela
o más bien, en verdad,
esa torcaza
es parte de la estela,
tanto como la ola,
como la espuma y las burbujas,
como el ruido del motor,
como el ruido del agua al golpear sobre sí misma,
o después, sobre la enramada.

El poema pues, llega a su fin.
Porque la lancha es ahora un punto más
en la recta del horizonte.
Porque el agua está plana.
Porque la estela se ha desdibujado.
Porque el motor apenas se escucha.
Porque ya no hay rastro alguno
de ninguna lancha.
Porque el poema pasó
Y su estela también.

El agua (Juan L. Ortiz)






Juan L. Ortiz (Argentina, Gualeguay, Puerto Ruiz, 1896 -Paraná, 1978)










Veis la de pies ligeros, mis amigos?
Quién vio una gracia, así,
con esas manos de luz
en pétalos
para los ojos
y más pétalos
para una melancolía
de orilla?

Quién vio, decid, quién vio?

Oh, no es la danza, sólo ella.
Es una alegría de cabellos, más allá de ella misma,
en un ir de destino
hacia el escalofrío del principio…
La alegría, mis amigos, la alegría destrenzada
Para un amor que se va, ay,
en las velas del día…
O la alegría pura
que muestra hasta las alas de la luz
sin requerir mostrarse ella,
en una idea ya de la alegría…

Y no es con ella nada, nada,
el pescador
que sale de la noche
con su palidez
más íntima,
en los iris más fugados,
para el gusto de arriba,
y continúa en el vacío,
sólo asido,
cuando se queda totalmente sin hora,
a la liana del vino…

Nada?
Y ese cielo ahora a sus pies,
desde sus pies hasta las islas,
en una brisa de países
de un más allá hundidos?
Nada?
No es también él
una sombra
muelle
y fluida
en la destilación imposible
de los follajes
y de las colinas
y de las nubes
y de las líneas de los vuelos,
de ese abismo a sus pies?

No se pierde asimismo, él, sin saberlo,
sauce sin saberlo
o cinta de paso sin saberlo,
en un infinito que mira y mira
del otro lado de la vida
en una ausencia
celeste?

viernes, 21 de marzo de 2014

Porque mi corazón está libre (Bernardo Uchitel)






Bernardo Uchitel



Bernardo Uchitel. Poeta argentino. Nació en Basavilbaso, Entre Ríos, en 1942. Vivió en la provincia hasta los trece años. Luego se radicó en Santa Fe, donde frecuentó a los escritores Juan Manuel Inchauspe y Hugo Gola. Tiene un solo libro publicado: “Poemas (1966-1970) ", Ediciones La Ventana, de Rosario; una antología de sus textos apareció en marzo de 1988, en la Revista “Poesía y poética”, que dirigía Hugo Gola en Santa Fe y luego hizo célebre en México. Actualmente prepara una edición con todos sus poemas posteriores.





Porque mi corazón está libre
gira en él el viento
y el polvo cósmico
Porque mi corazón está libre
escucho desde las islas
las voces de las aves acuáticas
y de las ranas
Y veo en la rama
al Martín Pescador acechando
el agua
Bandadas de siriríes y crestones
cruzan el cielo
y no digo que sí
y no digo que no
Porque mi corazón está libre
estoy en el lugar
y no pregunto
ni destruyo.


(tomado del blog de Marcelo Leites: www.ustedleepoesia2.blogspot.com.ar) 

La casa de madera (Martín Rodríguez)












Martín Rodríguez nació en Buenos Aires el 8 de abril de 1 978. Tiene los siguientes libros publicados: Agua Negra, Editorial Siesta, 1998; Natatorio, Editorial Siesta, 20900, El Conejo, Ediciones del Diego, 2001; Lampiño, Editorial Siesta, 2004 y Maternidad Sardá, Vox, 2005.- Obtuvo el primer premio del Concurso del Fondo Nacional de las Artes, 2003







La casa sólo de madera. Todo, todo.

Madera pino quebracho algarrobo

Y sauce llorón al pie del río. Un pucherito

al pie de la luz y el rio. Una hoja lenta en el aire donde

temblar, si hace falta. Esa es la casa.

Uno a uno todo hachado en el monte.

Ir y volver, ir y volver con la carga en la sangre.

Hachar tanto hasta quebrar la raíz de uno. Y recién ahí

una casa de madera.



Terrible levedad (José Villa)





José Villa (Argentina, 1966)




Poeta, editor, crítico literario y ensayista nacido en Martín Coronado (pcia. de Buenos Aires) Estudió letras en la UBA. Dirigió la revista 18 whiskys, integró la editorial Del Diego y forma parte del consejo de redacción de la revista virtual Atmósfera.




Publicó: Cornucopia, La Trompa de Falopo, Buenos Aires, 1996

8 poemas, Ediciones Del Diego, Buenos Aires, 1998

Poemas Largos, Ediciones 73, Buenos Aires, 2006

Es un campo, Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2006

Camino de vacas. Obra reunida, Gog y Magog, Buenos Aires, 2007





Dejemos el sitio en su lugar,

eso que está ahí es un duraznero,

después de esperar, tiempo y tiempo,

embarcados en una lanchita

frente al temporal, o parte de su toalla

y su cabeza rubia, después, cómo la lancha

trepaba el agua, adormecimiento

entre plomo y plomo y arena remojada




Las nubes y los árboles trepaban

hacia atrás y la lancha trepaba el agua.

Breve estadía en el bote de moebius.

Villa la ñata era el punto, canal no sé

cuanto donde íbamos

Relación entre desperdicios y cosas

Ya en la mañana anterior había visto

yo en la lancha colectiva cejas

rubias enmarañadas, había visto yo

dos calas de agua, cuchillo entrando en el

cuadrante fresco




Y en la levitación de la fiesta, casamiento,

el globo terráqueo, y en ningún punto,

en todos, se estaba




La ida, matorrales, obras en construcción,

canales, criaderos de chanchos, almacenes,

calles de tierra, y yuyales, montes, baldíos,

autos abandonados, topadoras, palas mecánicas,

hombres-sánguches bajo un toldo de naylon

entre árboles secos, una morocha

se baja en un criadero de pollos,

el resto sigue en el camino de hormiga

por donde va el colectivo, curvas, lejanía, cercanía,

del monte, costas de los canales, planchas de

cemento, tirantes de hierro, caños,

hombres, parsimonia de los hombres, enormidad

que los tiene dentro, andamiOs, montañas de tierra

arrancada, obras sin nadie,

-quién hizo todo esto y en cuánto tiempo,

cómo se puede abarcar la extensión, abrir paso

con maquinarias, haciendo desperdicios




El colectivo termina en un zanjón

Lanchas con sus dueños zarpando,

amarrándolas, alrededor, el agua

verdinosa, atravesamos un puente arqueado

y caminamos del otro lado del canal,

entre el asfalto de la calle y la barranca

y los muelles: tom soier, la tana, nahuel,

su novia, pidiéndonos fuego, y hablando

de la casualidad, todo lo obvio, cosas

que ahora el aire nos debe




Casualidad al subir al tren

en barrancas de belgrano

De todo lo obvio, el ruidito

de las piedritas bajo los zapatos




Doblamos y vamos por calle

de tierra hacia el otro canal

Casas, piletas, perros, autos

estacionados, almacén, allí preguntamos

para llegar al embarcadero,

nos responden que los que van

al casamiento siguen derecho,

vamos derecho, llegamos

Una lancha colectiva especial para nosotros,

último viaje, pasan lista, bianchi, bianchi

no viene, desiderio, desiderio abandonó,

respondo




Veo gente desconocida y lindas chicas,

novios, maridos por doquier,

niños, chupetes, muchachos

de pantalones pinzados o jeans

con camisas rayadas,

parados, mirando el continuo splash del agua

Oblicua a mí, parece compenetrada en una

conversación dentro del murmullo

y el ronquido de la lancha,

pero sigue así todo el viaje,

y sigo así en un largo de fotos

Lleva puesto un vestido, no recuerdo

ahora si era claro, tiene color en la piel




La lancha va despacio, veo la isla,

toda esa gente de pie, sentada,

la música, algunos bailando, copas en la mano,

entre los árboles (para nadie comento que

parece una propaganda de gancia),

el esquema de la casa, veo a durán en el muelle,

flaco, y como mirando en general




La pequeña de fulvio me contó

decimonoveno al bajar de la lancha

Nos encontramos, es un mediodía

cerca de una ciudad, sin desayuno,

con un poco de vino frío en la sangre




Nublada

luz entre los árboles y calor soplando

con el torrente del río... manuel, fulvio,

su niña y alguien más reman en canoa

desde la otra costa trayendo una carga de libros

de la casa abandonada del ruso anarquista

... ...,

Ahí vienen, se aproximan, no dicen nada,

se aproximan, y cuando me doy vuelta

están volviendo, la luz en caras que

no dicen nada, suspendidos como en acero




Me gustaría comentarle a bianchi

que el arquitecto del universo mandó

entre las nubes un telegrama cuando la novia

salió a la galería (casa chorizo sobre pilotes,

las crecidas del río...)

Se lo comento a ezequiel,

ezequiel me pregunta si estoy convencido




Del costumbrismo




Es el baile ya en plena noche después

del segundo asado, del asado nocturno,

la miro verla bailar, la miro, vuelvo a mirarla

verla bailar, insisto, la misma cabellera rubia,

mismas cejas, tal vez el mismo vestido

del inicio en la lancha, pero ahora tiene

otros zapatos, me parece...

bajo la sombra negra de los árboles,

la galería de la casa, baila la novia con ella,

y otros bailan, uno de pelo largo

con ella, baíla sola un rato




(quieto y como remando yo

por un resplandor lunar)




Dejar de mirarla no puedo

como sí no lo estuviera haciendo,

y como que la mirada y ella

son el mismo asunto, me la

tendrás que devolver en esto que ahora

digo aunque sea




Los acontecimientos son la gente

Rilke vio a la mariposa salir

del mismo lugar que la rosa

algo confundida,

enlazada en los mismos pensamientos

El árbol que decía algo infinitamente,

o lo estuviera por decir... luces

prendidas en el parque

y carcajadas que chocan,

repelente off en la piel de las mujeres,

hamacas, el brillo

del río, y el río paralelo




En la mesa nocturna la copa de champán

y todos medio alterados

por efecto de la luz recién prendida

en el parque, brochazos

Invitados, por ahí, adentrándose

en la nueva causa de la noche




Ganas de ver brasas

De beber mientras uno las mira

y oye voces discordantes.

Debo ir, no debo girar

la cabeza hacia atrás, me sigue




Trasnoche en la isla,

cuando termina la danza

los muchachos a la orilla,

el resto a dormir como

puede en piezas y galpones,

madera y piso de cocina,

y parte del tiempo




Que la veo danzar

Después la veo cansada de danzar

sentada en la otra punta

de la mesa, hablando con gente,

tomando sevenap




La mañana después de dormir

en una de las piezas de la casa chorizo,

ya es cualquier cosa en el muelle,

invitados que durmieron en las hamacas de la orilla

deambulan, toman mate, hace horas

frente a una difusión entre nubes

plomo y el río color picadillo, horas en el muelle haciendo,

viendo lanchas, ninguna es la que me saca

de aquí, la llovizna que empieza,

empapa, decido partir como sea

Y se cuentan las mismas cosas todo el tiempo,

recordando episodios de la noche,

qué pasó anoche? El asado?




Comentarios sobre la parrilla

y críticas al asador de un charlatán

que picaba como un mosquito

al gigantesco asador, coro

de bromas incoherentes para el mosquito,

todos locos entonando cánticos como

pretendientes




Bruma y llovizna en la mañana

Hacia la ciudad en la noche había

un resplandor

Hacia el paraná el paladar

donde iban lanchas rojas

Diálogo con la luna en mi hamaca

de espectador




No sé cómo fue pero su rostro se levantó

de entre las mantas

y la oscuridad cuando yo pasaba

de una a otra habitación buscando

a los dueños de casa para decirles que no había

"lancha-río-picado, frente-de-tormenta"

Y horas esperando en el muelle:

vagabundeo por el interior, sol lechoso

y almas por la zona abandonada,

modo de salir hacia la costa y de allí

a la ciudad, entonces

la antigua danza me obsequió a manera

de mate la alta flor de la noche

despertando sin causa

humedecida y desde un rincón habiéndome,

el mismo rincón donde las mujeres

suelen hablar al buen Kafka




Cuesta creer... rasgueo de los días...

buscaron sus vetas hasta fijarse

en ésta, su adormilada dicción




Su voz que pregunta: no sabes a qué hora

pasa la lancha... porque tengo que ir a trabajar

Tal cual, yo también trazaba mi

objetivo y disponía el regreso... si

la intemperie tiene un nombre

tiene el nombre de lo que decidas,

el valor de tu peso como la gota de un nivel




Cerca de las doce del mediodía,

no hay lancha, me dice neo (recién casado)

después de llamar a la estación,

de lancha hasta las tres de la tarde no hablar,

demasiado tarde para el retorno de ella,

y ni hablar del mío al trabajo

Neo pasea por la galería averiguando

por celular horarios y combinaciones

imposibles para salir de allí, las luces

se desenfocan hasta dejar brillosa una noche




Entonces subimos con la tormenta

ya sobre nosotros a la lanchita de

mangone (recién casada)

que la conducirá hacia la otra costa




No puedo olvidar aún el merodeo

de los cuerpos en el parque reparando

inquietud y olvido, veo sus reflejos

rubios, vestida de jean, ahora, olvidada

ya de la fiesta, esperando un retorno

al papelito arrugado y azul para envolverse

Me he vuelto cínico

en la espera, me interesan sus cejas opulentas

y su bella figurita desde la casa conversando

con una amiga al borde del muelle,

con una bolsa calvin klein en la mano donde

lleva su vestido y sus zapatos de fiesta,

mientras el agua pasa y los matorrales de

enfrente asoman ojos púrpuras en ésta,

una velada oscuridad




Mangone maneja con pericia,

el volante en su mano es una tuerca que conduce

el eje de un hueco mecánico encrespándose

por el medio del canal entre compases

confluyentes

Es cierto que este pequeño volante

puede obedecer su decisión

subiendo la cortina de agua que cede,

el pequeño volante volanteándose en la lluvia,

hago contrapeso

yendo adelante y ella me hace contrapeso

apoyada en mi espalda y tapándose con una

toallina blanca y verde; me convida

la mitad de su toalla, su mojado cabello

rubio y mis crenchas negras vueltas lacias

con el paso de la velocidad más el torrente

Dínamo en un lugar despierto sondea su espalda

y los frutos de su ser amurallados




Vida en recia tormenta, pero leve

Reímos con neo. Ya la toallina se vuelve

una orquídea sobre la que echamos un terrón

de arcilla. Los latidos de la vida deben ser

como una bolsa llena de esféricas apelaciones




El viento se traga mi garganta

en el olor acuático y la cara helada

vuelta un vidrio, eh, me gustaría fumar

ahora con la cara descubierta hacia el oleaje

Un pendiente, mi ínfima conciencia,

relato de los golpes de la chapa

en el agua en agonía diseccionada

La suerte nos reclama, acollarados,

dos caballos asomando sus crines

en un pastizal




¿Algo más elemental que la lluvia

contra estas casas con sus estilos

para desagotar la inundación?




El auto de neo está en el embarcadero

La bolsa de ella colgada de su antebrazo

haciendo equilibrio habiendo bajado todos,

en el núcleo de la lancha sumando sus cosas,

contándolas, y con agilidad, un paso de sandalia

de taco bajo al borde de la lancha

que se inclina en el colchón del agua

respondiéndole, un paso al frente

por sobre el vidrio y depués en la tierra despareja,

cambiando palabras comunes con mangone

que la mira hacer,

Y un momento todos miramos

cómo hace una cosa, un paso, la bolsa, el

equilibrio con los brazos, hacer y deshacer otra,

salir del agua, quitando sobrecarga

de rojo en un papel




Ya en el auto, cerradas las puertas, el alivio

de escapar a la fría lluvia, ganas de hablar aunque

con la vista fija, quiero decir algo sobre la obra

de la suerte, quiero hablar de la suerte, la mejor,

flor de cardo, y digo que esperé el tren el día

anterior en barrancas de belgrano, sin saber

dónde ir una vez que el tren me dejara en tigre

Allí esperé el tren donde recordé a laura

con la remera de beivis and badhed,

a laura una mañana parecida (sí que es fina fina

le dije tocando la tela), medio nublada y fresca,

esperando el tren un día de cumpleaños mío

que íbamos a festejar a casa de laura crespi

en san isidro, y estaba otra vez allí con una mochila,

cuando se abren las puertas del tren,

y no sé si puede haber mejor color

que rubia hebra




Rubia hebra de mujer alcanzándote un mate

en el momento, él cumpliendo su ronda,

reposición del ser, la tana, esposa de tom soier,

sin escándalo, desde uno de los asientos

me mira alcanzándome

Y así fue que llegué, comenté, por casualidad,

porque tom y la tana me llevaron a la fiesta,

comenté, reclinado contra las nubes

al frente y el ruido parejo del motor del auto

cruzando baches y lomas pavimentadas




Hasta el cruce de panamericana en auto, saliendo

de yuyos y casas: la masa de lluvia fina rodea

al 60, apresurados bajamos del auto y cruzamos

en diagonal despidiéndonos sin besos

Ella y yo rumbo a capital bajo lluvia ladeada

Ruedas sobre el pavimento

Edificios, fábricas, tramos de cielo cerrado




(La luna empieza a decrecer)




Se reclina ella con su rostro cubierto en parte

por la prolija mata de pelo, las cejas alineadas

cumpliendo la abundancia,

la armonía se quema accidental. Hablamos,

desconocemos, nos apropiamos de lo no trabajado,

dispuestos




Buscaría ensoñadora mi hombro pero no lo sabe

La lógica me ofrece a mí en una cuchara,

la suerte simplifica despejando la maleza,

hace su cuenco e inflama pasión ingrata

(Detenido el sueño nadador ¿qué hace?

Tantea principios)







En la isla quedamos pilar, novia de durán, y yo,

que no se puede mover a causa del tinto,

fulvio y ezequiel en una mesa central,

cruzándonos botellas y bocados, durán y tom

arrojándose un disco de plástico traído a la velada

por tom, el disco juega con nosotros

hasta que el baile se desata y vamos precipitados

hacia ese fuego, gordos con el vino en la cabeza,

mujeres bailando con la novia, el paso desmecanizado,

comedia, del novio Quedamos: vino y cuero




"Entre un vaso de agua y un vaso de vino existe

la misma relación que entre un delantal de tela

y uno de cuero. -Pero entre ellos existen parecidos

de otra clase, igual de profundos: la cuadra

y la curtiduría no distan mucho de la bodega.-

Sin duda se debe al tanino que el vino y el cuero

estén así de unidos"




Larvas, pulgas, perros, barro, huella, parrilla, vulvas

en bikini, vacías botellas, hielo en el tambor,

manuel atragantado, reclinada en el asiento del colectivo

cree prestar atención, palabras en el acto de despegar

mi nombre y mi ser del sentido figurado que se ve

en !a ruta, vuelto mi rostro hacia su cabeza

reclinada en el fondo, tratando de repetir mi voz

el bizantino vidrio sobre los colores divergentes de la fiesta,

por la noche en' el muelle reclinado sobre el ala de una carpa negra,

viscosa, la marea de moho se junta y adhiere,

recuerdo los ojos colorados de tom al salir del agua




Camino de vacas, pienso

Acostado en uno de los banquichuelos del muelle,

durán y pilar en la escalera hacia la luz

que aparecerá de la lancha desde la ciudad

(el lado del canal donde se ve aureolado)

trayendo la carne para el asado nocturno

Los ojos se agrandan en algo merodeador,

tal cual la naturaleza con sus lanchas

entradas en el proceso sin sol




El cambio está y el valor de la noche se desprende:

una morocha toma hebras de tabaco y riega

con sus dedos el papel y después de sellarlo

con su lengua te ofrece el cigarro

Desde la lancha que vuelve con el asado,

desde la ciudad se ven señales de linterna

El colectivo corta la lluvia por panamericana

Ella dice que va a dormir un poco

(Yo voy a pensar)

en el escuro lenguaje de las sensaciones

Los pasajeros duermen reclinados

o piensan

en el oscuro lenguaje de las sensaciones




Veo las cosas pasar hacia atrás

Hablamos de Oé, tamisaki, ishiguro,

del trabajo, suyo, su común indagar,

el trabajo de darse a conocer

tildado en la butaca, descendiendo al movimiento

Hablamos sin esperar Lo esperamos

Todavía molidos por la corrosión de la luz,

que lo que tenga que brillar brille más




Sosiego que el alcohol nos da,

corte de árboles nocturnos, rayas

de agua orientando el movimiento,

neblina alrededor de la isla




Sucesos orilleros, por neo:

"Grandes y rígidas las hojas de las magnolias gotean

el rocío y remojan la arcilla" "El agua espera para

luego percudirse y arremolinarse entre

las hélices de los motores" "Nada brilla en el río

salvo la punta del cigarro de Nicollno,

la niebla tapa estrellas y agua (...) un muelle

que tiene un techito a dos aguas y del techito pende

un farol, parece un escritorio con una lámpara

en cuarto oscuro" "¡Ah! cómo se ponía el finado

Evaristo cuando le escondían la armónica.

Un día los amenazó con una cuchilla"




Uno de los puentes que cruzarnos es puente saavedra,

el cielo de garganta abierta

Bajamos y corremos Su cabello amarillo un poco

quema Gotas aisladas en e! trayecto que corremos

haciendo trasbordo en otro colectivo, el 68

El olvido golpea y entra a una casa con fogón

donde miramos imprimiendo una llama incolora




Hacemos correr el tiempo de la ventanilla

Debo ir: cabildo-santa fe-la rioja-santa fe,

digo eso, me alimento de ese revuelto en una ciudad

Antes de bajar, te cambias otra vez?

Qué? -Ah, los zapatos, casi la 1.30

sobre pueyrredón Shopping palermo (o el trabajo)

y sumarme a un banquito en la enfermedad

de la espera

El banquito de mi casa también, la enfermedad




El cielo sobre el agua del tigre medio

marrón y verde Copas, árboles que entornaban

la puerta cargándose de aire

Y dentro de la oscuridad, lo ridículo de la luz,

aglomerado ante semejante espectáculo,

los hombres cumplen con sus sueños, es así

Los relieves morosos, árboles, muelles, astilleros

y gente en el río derivando, y chimeneas

que fueron anaranjadas

como puestas en la quebrada línea




Lluvia Sobre techo de cinc, de tronco ubicuo

parece un río de verdad La cruz, las gotas rápidas y delgadas

en infusión, deteriorado ardiente: chatarrita, abrojo

Vamos que hay mucho viento

y la caída de un proyectil, vamos,

vámonos vámonos




Esperar como si no fuera suficiente,

crimen o verdad en silencio, rotura

de la piel, frente a las hojas apagadas

que el duraznero tiende, disparón

en la cabeza despierta, con iluminaciones

innecesarias, ya