sábado, 8 de noviembre de 2014

Sintaxis del Ibicuy (Carlos Enrique Urquía)

Carlos Enrique Urquía (1921-2003) nació en Martínez y residió en San Fernando desde los cuatro años. Estaba casado con Lydia Nápoli, con quien tuvo un hijo, Carlos Pedro. Fue docente, primero en una escuela rural de Clorinda (Formosa) y luego en la Escuela Técnica 1 de San Fernando en la 3era sección de islas sobre el Paraná Miní.

Dentro de su obra dedicó 4 libros a nuestras islas:

Amistad en las islas (1957)
La cimbra (1961)
Rama Negra (1971)
Sintaxis del Ibicuy (2004)



















En el Gutiérrez Chico


Con el sol ovillado sobre un palo


Comí mal pan y vino


La boga y el dorado.






Don Zacarías, sal, papel y adobo


Día verde con humo acorralado


La escama descendió los fuegos duros


Las brasas de ceniza y de tasajo.






A la mesa seis hombres. La corriente


Iba y venía con su perro lacio


Mientras el viento entraba en las maderas


Y el bote era la hoja del verano






Las islas apretadas en las ramas


La zanja con su herida entre las manos


Mapa acostado en la honradez del ceibo


Aire roto en las flores de los pájaros.






Patas altas de troncos y escaleras


Seis hombres en el rancho


Las vidas simples del Gutiérrez Chico


La boga y el dorado.





















lunes, 20 de octubre de 2014

domingo, 3 de agosto de 2014

Aires aforísticos sobre el Paraná (Baldomero Fernández Moreno)

De uno de los libros más bellos de Baldomero Fernández Moreno (1886-1950),


 "La mariposa y la viga"  (1947)



Cuando el pelícano reposa, hace del propio plumón astillero para la piragua de su pico.

***

Aquella vela blanca en el fondo del río, no permitía cuajar del todo el crepúsculo nocturno.

***

El pejerrey del Paraná, blanco y opulento, es una magnolia río abajo.

***

Es más fácil torcer el curso de un río que el de un verso.

***

Hay un pájaro que canta a medianoche, como si quisiera despertar la selva y, como nadie le responde, calla, rojo de vergüenza en las tinieblas.

***

La caña de pescar es un arabesco con intenciones asesinas.

***

La garza mora: la ceniza hecha plumas.

***

La glicina: un montón de sogas florecidas.

***

Las palmeras son estrellas con las puntas dobladas

***

Ninguna fruta se empolva tanto las mejillas como la ciruela morada.

***

Todo barco tiene un puerto seguro: el de la noche

***



martes, 3 de junio de 2014

Almanaque isleño: Junio (Alberto Muñoz y Javier Cófreces)

Cartas deltianas / Horacio Gerpe



Es el mes donde la noche se lleva a sus criaturas hacia un fondo común, y la isla se torna una ciudad de libélulas actuando en el teatro de los cañaverales. Murciélagos en el estaño de los almacenes reclaman la caña quemada y conversan distendidos como ratas. Aguas contaminadas, hospitales de caracoles que expresan la piratería a lo largo de la historia americana. De cualquier modo se puede navegar y pescar en la oscuridad. La luna permite que los botes, fondeados como bolsas de agua caliente, cobijen a los amantes que bogan por el río, hablando de la luna y de los hijos que vendrán como racimos. Los palos de la luz se tornan transparentes, también las anguilas y sus monasterios de barro. Sobre el final del mes, una gran competencia de veleros viene del phalus con sus marineros bronceados que bailan con la caída de la luz, sudando y chillando sobre las bombas de achique.



viernes, 23 de mayo de 2014

Almanaque isleño: Mayo (Javier Cófreces y Alberto Muñoz)

                                                                             Horacio Gerpe



Las orillas son paradógicas y la tierra se mueve perentoriamente.

El agua leída en la margen del río es el falso telón de los hijos de Cortés.
Un doble fondo en los limoneros deja liberada a la víctima y el perdido fantasma Azteca que ha llegado flotando es olfateado por los perros del monte.
Así es mayo, un desenterrador desaforado.
El isleño busca con su pala lombrices para la pesca y desentierra de las zanjas el cuerpo de un tractor histórico.
Oxido para encarnar: bogas de zinc, pejerreyes remachados, dorados enchapados.
Hay un trato con las tortugas de agua para que canten en los fondos del rio, la épica de su navegación. Mayo no es el Caribe sino el menoscabo de las algas.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Plegaria de una señora del Tigre (Silvina Ocampo)









Silvina Ocampo (1903-1993) nació en Buenos Aires. Desde joven estudió dibujo y pintura, uno de sus maestros fue Giorgio de Chirico. Publicó por primera vez en 1937 (Viaje olvidado). En 1940 se casó con Adolfo Bioy Casares, y ese mismo año compiló con él y con Borges una proverbial Antología de la literatura fantástica. Sus poemas y cuentos aparecieron en la revista Sur que dirigía su hermana Victoria. El poema pertenece a Enumeración de la patria (1942)





Yo fui quien dibujé con lápices violetas
tu nombre de animal salvaje en las glorietas;
yo te adulé en la infancia haciendo reverencias
al barro, y no a la arena, durante tus ausencias;
pensar en cómo duermen los peces ha ocupado
un sitio del ocaso que no será olvidado,
y al ver las superficies que abarcan tus espejos
he percibido cómo será lo que está lejos
y cómo será un crimen con un temido y triste
cuchillo en tus orillas, y el agua que persiste.

En láminas he visto, terriblemente hermosas,
cascadas coloreadas y grutas, y anhelosas
Ofelias y Narcisos, y todos merecían
tu náutico paisaje y no el que tenían.
Yo creo en la nostalgia que hace crecer tus plantas
queriendo con tus frutos alimentar a santas;
a veces Egipcíacas Marías, y Marías
a veces Magdalenas, amadas y sombrías,
coinciden con la imagen que ambiciona el follaje
de alguno de tus árboles con paciencia de encaje.

Por las enredaderas de madreselvas suaves
me escoltan las canciones de agradecidas aves,
y tienes que escucharme: no en vano habré escuchado
la voz de las sirenas del barco acaudalado.
Si quedas algún día sin mí, yo temo Tigre
que cambies y que mi alma buscándote transmigre
y no te encuentre nunca. No quiero otro lugar
de interminables playas, de rocas hasta el mar,
no quiero en San Isidro barrancas, ni en Olivos,
donde se ven de lejos los barcos fugitivos.
Cantidades de cielo te dan agua rosada,
durante muchas horas la misma agua admirada
parece hecha de tierra si no intervienen albas
o tardes donadoras de curativas malvas;
a veces he dudado que tu agua sea de agua,
que pueda naufragar mi cuerpo o la piragua,
y tienes que mostrarme flotando por tus cauces,
para saberte de agua, las ramas de los sauces.

Mezclándote a Venecia delante de una puerta
habitarán mi sueño cuando me quede muerta:
las sombras preferidas por tus flores de caña,
las violencias de enero, el goce que acompaña
el nadador lustroso, tus canales cruzados
por pasajeras frutas en barcos asoleados,
y siempre en el camino la ninfa con un jarro
y las muertes del bagre profundas como el barro.
Entre constantes álamos donde hay un benteveo
cantando diariamente, en tu delta me veo
fervorosa de ausencias como se está en un templo.
¡Lejana, y sometida, y atenta, te contemplo!

Conozco lacerantes delicias del recuerdo:
las palabras, los brazos amados, el acuerdo
que dicta el corazón, los gestos más frustrados
que vuelven incansables, los ojos invariados.
Me es fácil precisar un vestido lejano
con lisura de pétalo que usé un solo verano,
importantes y nítidas manchas de un cielo raso
el ritmo indiferente o aterrador de un paso.

Me encuentro cada día más habituada al puro
recuerdo. Por tu acuática floración te conjuro:
con islas empalmadas y con pequeñas selvas,
con remos y recreos, oh Tigre, cuando vuelvas
y ya nadie me vea buscando tus paisajes,
no inventes laberintos. Encontraré pasajes
hasta el río Luján, cruzaré el Abra Nueva
como en el paraíso la deslumbrada Eva,
me internaré en arroyos, como entre dos cristales.
Que no te falte nada, ni un canto de zorzales,
ni la podrida fruta, ni el negro caracol
con su inmundo secreto que al sol es tornasol,
ni tu íntima pobreza de ranchos sostenidos
en lo alto por estacas, ni tus líquidos ruidos,
tus sapos y murciélagos que estremecen tus noches
tibias como invernáculos, ni tu ausencia de coches.
Que no te falten lanchas, la soga que se anuda,
ni el desembarcadero con mi sombra desnuda,
ni días de regatas y solitarios gritos,
no, ni los esplendentes ocasos con mosquitos.

¡Qué interminable lista de cosas veneradas
tendría que nombrarte para ser agotadas!
Igual que el pez oscuro surcando la corriente
busca monotonías en el agua inherente,
con dicha de alcancía aguardo cumplimientos
de las repeticiones en todos tus momentos.
Me complace que Lohengrin se asocie a tus glicinas
y a los cisnes de Leda que en sueños me destinas,
me gusta el afectado olor de tu jazmín
del Paraguay: marchito, lo respiro hasta el fin.
Presérvame de miedos (de algunos) de una puerta,
de pozos en el barro donde me dejes muerta
con todas tus mareas, con latas y botellas
que tienen por las noches dobladas las estrellas.

domingo, 4 de mayo de 2014

Litoral: Muestra de Cristian Gonzalez y Ramiro Sacco


Arrojas poesía al sur en el delta

                                              Silvia Sergi expuso sus fotografías

Lectura de Diana Bellessi

El dúo Ducca Boscariol

Marisa Negri 

Con Bellessi al centro la foto de equipo del evento

El 5 de abril se realizó en la Escuela 12 del delta de Tigre el ciclo de música y poesía Arrojas Poesía al Sur organizado por Marta Sacco y Zulma Ducca.
En la lectura participaron los alumnos de la Escuela 12 y las poetas Amalia Boselli, Paula Jiménez España, Marisa Negri y Diana Bellessi.
La música estuvo a cargo de Sara Mamaní, el dúo Zucca Boscariol, Luis Sampaoli, Laura Cestona, Virginia Borches y Luis Ortiz.
Engalanó el sum de la escuela la exposición de fotografías "Teñidos de río" de Silvia Sergi.
A pesar de la tormenta hubo gran concurrencia de público y fue una jornada maravillosa.
Los cronistas y autores de este blog que participamos de la lectura agradecemos la hospitalidad de Eleonora y Gabriel que nos alojaron en su casa luego del evento.

lunes, 31 de marzo de 2014

Almanaque isleño: Marzo (Alberto Muñoz & Javier Cófreces)




El navegante de los nervios / Horacio Rodríguez Gerpe
dibujo a lápiz de color y pastel

Marzo es un buen mes para matar a la madre. 
Los viejos remeros no nos delatarían, menos aún las hormigas que ante la proximidad del otoño pasan a retiro sus conocimientos de hidráulica para tejer sobre bastidores amarillos. 
El comienzo del período escolar es el más propicio para esconder el cadáver de una madre. 
Nadie buscará al homicida cuando se trata de cotejar precios de reglas escuadras, transportadores y tinta Pelikan azul lavable. 
Las maestras deberían desaparecer junto a las madres, aplastadas por el árbol de la vida o por las botellas con estiércol que arrojan los murciélagos desde las aspas de los ventiladores de techo.
En marzo los insectos triplican su tamaño y la isla comienza el cambio de color, llenándose de materia inexplicable.
Sarmiento respiraria aliviado, tras los ataques da asma que le producia el receso lectivo

Almanaque isleño: Abril (Alberto Muñoz & Javier Cófreces)


Moradas filosofales / Horacio Gerpe





A lo largo del mes las casas se hunden unos centímetros, cansadas ya de sostener el peso de las cocinas económicas. Hay un acopio de leña y de hongos que parasitan las fallas antiguas de la madera. Los pájaros levantan el edificio de la tradición. Parlotean como viejos sargentos, dando órdenes para que el verde erotismo trabaje sin exceder la inteligencia de las anguilas. Reaparecen las fogatas, la presencia de Haroldo Conti y el humo liberado por el tránsito de tijeretas que abren sus colas con mayor convicción. El trabajo violento y de zozobra de la comadreja es estudiado con fines sonoros, para escribir o leer a primera vista sones y estribillos adheridos a los muelles después de una bajante. Viejas semillas del guaraní hacen dulce con los postigos. Las casas son pintadas a la mañana y despintadas a la noche por los insectos removedores de esmaltes. La madera se torna quebradiza y detrás de ella viven bichos ruidosos haciendo su anónimo trabajo.

domingo, 30 de marzo de 2014

Delta de mis amores (Silvio Francini)



Paseo de amigas/ Oleo s/cartón
Medidas: 0,40 x 0,30

Esperando la pasajera

Remero/ Oleo/ sharboard /Medidas:1,00 x 1,20


Silvio Jorge Francini nace en San Isidro el 9 de julio del 58. Estudia pintura con los maestros Juan Carlos Moretti y con Rafael Palermo.

Más de su obra en: https://www.facebook.com/francinipinturas.deldelta/photos

Xilografías con mousse (Olga Bautista)




viernes, 28 de marzo de 2014

El Delta (Carlos Enrique Urquía)


Serie del delta / Fermín Eguia



Óyeme
aquí te hablo
este puño amigo
la plata poesía que inaugura la herencia
una historia natural repartida en la estrella de la boca.

He crecido
el año que me instala
el que me mide
me puso tiempo
y subió mi existencia hasta el misterio.

Hombre
me citó hombre
y arregló como pudo la primera mañana en la cabeza
esta popa combada de la nuca.

Y me empujó hacia el viento
las líquidas ventanas de la infancia
la calle horizontal
inicial lógica
cuando los padres muertos no vigilan.

Desde aquí
mi asistencia enamorada.

No he llegado
he sido siempre la situación de amor
lo que transcurre
asombro y alegría
la orilla linde azul de tu paisaje
la ribera hacia adentro.

Algo como el tambor que tocan las estrellas
en la noche redonda de los grillos.

Delta del Paraná
vientre en el agua
tibio triángulo
pájaros y oxígeno.

Arenibarrijuncos de espadas verticales
como mi pecho.

Ranuras verdes
álamos y sauces.

El cardado equilibrio de los ceibos
la flor
un cardenal
un puntazo
se hirió la primavera.

Óyeme
aquí te hablo.

Desde el más cerca mismo del poema
desde su nacimiento admirativo
desde tus pies
oh Delta
y tus mojarras
ovalados relámpagos voraces.

Cuando mi brazo se arma para atender la cuota del hallazgo
las manos en cubeta
el agua curva y musculosa
y el feriado almanaque de las manzanas.

Los hombres me visitan y preguntan
es un continuo recibir
las cartas
un poco de pescado
la comida
serio acontecimiento hasta los hombros
ningún alivio para no tenerte
para salvar tu brazo de humedades
tu alfilerazo indígena
tu cielo de botella deshojada.

Óyeme
aquí te hablo Delta del Paraná
árboles árboles
plumivelocidades de pájaros lijados
corrientes
aguas altas
un hombre
una mujer
una familia.

El bote
escama azul al infinito
combado caballito de las islas.

El silencio también.

Golpea tu silencio en las puertas del aire
sólo un sistema de ángulos
silencios sostenidos
una relojería de silencios
tictaques átomos conque siembra el tiempo
diagramas del oxígeno pelado.

El silencio en la arteria de la noche
cuando la última lancha apaga su motor
y no existe una rama que cae en la masiega,

El silencio de las islas
hasta un zumbido ingenuo y se deshace
algo tocó su paño
la latamangangá desde los troncos
poroto alimetálico
ruido negro
centro que hierve
y se mueve el cuaderno y la memoria.

Desde este puño amigo
Delta del Paraná
para encontrarte
habrá de recitar toda la sangre
subir
bajar
tocarte en las mareas
y oprimir tus cinturas de humedades
tu ecuacional misterio
tu apogeo.

lunes, 24 de marzo de 2014

Boletín Isleño | Marzo 2014 - Boletín Isleño








Compartimos con ustedes la última edición del Boletín isleño. En el sitio podrán leer y descargar éste número y los anteriores.
Mesa de redacción: José Beccar Varela y Fernando Uzal


Boletín Isleño | Marzo 2014 - Boletín Isleño

Cristian Alexis Gonzalez















Cristian González (Buenos Aires 1976)




Desde muy pequeño se sintió atraído por el agreste paisaje isleño. Ese que los visitantes ocasionales del Delta apenas consiguen atrapar unos minutos o algunas horas cuando navegan por canales y riachos que sólo los lugareños conocen con la precisión de un baqueano. Uno de sus abuelos, que tenía una pequeña propiedad en una isla desolada y lejana, fue el que lo inició en el deslumbramiento por los verdes intensos y los azules majestuosos que se funden, que se reflejan en el agua que fluye sin descanso, pero con un destino algo más que aparente. Nunca pudo olvidar esas imágenes porque quedó atrapado por ese hechizo vegetal, por esa naturaleza salvaje que lleno sus ojos de imágenes infrecuentes a la edad en que las impresiones se graban directamente en el alma. Por eso en cuanto pudo, después de haber fatigado talleres para adquirir técnicas básicas y perfeccionar su estilo, después de haber optado por las artes plásticas en lugar de la música –su otra pasión- Cristian Alexis González tomo dos decisiones trascendentes: vivir de la pintura y mudarse a una isla del delta para retratar en sus telas toda la magnificencia del color de esos maravillosos escenarios donde el mundo moderno retrocede un poco hacia sus orígenes.

Nadadores (Gabriel Martino)





Gabriel Martino (Buenos Aires 1975) vive en la 2da sección de islas del Delta de San Fernando.
Más sobre su obra en www.gabrielmartino.blogspot.com.ar

domingo, 23 de marzo de 2014

Adrián Paiva (Damián Masotta)










Las imágenes pintadas de Adrián Paiva surgen de dos espacios mentales absolutamente relacionados: la contemplación y el silencio. Crear es parir y parir se pare en un grito que no viene solamente del placer liviano. Gozar está en relación con sentir lo que sea, y en el caso del proceso creativo el sufrimiento y el dolor son partes intrínsecas a él.






El artista auténtico nos muestra en su obra su alma, su ser en el mundo, su modo de comprender, su modo de actuar. Las obras que presenta Paiva en Masottatorres son pedazos de una parte de su vida, retazos de su estar en el Tigre, miradas cotidianas de su entorno que muestran cómo vibra en él la naturaleza observada permanentemente, espacios de selva y monte metidos en la retina, en la piel y la sangre. La naturaleza lo modifica, al igual que lo hace el retumbar de los poetas leídos, de los filósofos discutidos, de los cuadros vistos, del intercambio con los grandes maestros. Los suyos son encuadres necesarios que su ojo componedor de la imagen hace y logra traducir en una maraña de delicadezas, de color puesto donde éste habla mejor. La obra de Paiva es sutil, masculinamente delicada, trabaja con una observación obsesiva, casi científica, es un poeta de la observación. Se siente que lo seduce tanto la geografía tigrense como la materia misma de la pintura cuando empieza a funcionar independientemente de la naturaleza contemplada. Es el momento donde el objeto de la mirada cambia y la pintura pura nace. Allí está el salvaje, que no lo es por vivir en una geografía diferente a la urbana, lo es por cómo la pintura sigue apareciendo primitivamente en él, en esta época de imágenes múltiples traducidas por los bits de la cibernética. El pintor mira el cuadro, se deja seducir por el funcionamiento de los elementos plásticos. La obra se hace abstracta absolutamente y así el poeta escribe seducido por la amada, pero luego la olvida y la hace palabra, verso, metáfora, la amada se aleja, pero surge el poema. El pintor juega en la pintura a mover los hilos para que el juego sea el mejor.






Las pinturas de Paiva tienen una mirada algo extranjera, no urbana, una mirada lenta, que contempla la vida, el artista parece ser en alguna de sus personalidades un monje zen que mira la vida a través del dibujo y de la pintura, lo que se dibuja se comprende -dirán los orientales. Él ha buscado siempre comprender, y hoy parece querer contemplar y dejarse modificar por lo que observa. Paiva es el observado por lo que observa, él es modificado por lo que pinta, por la naturaleza recreada en sus imágenes. “Comer pintura” sería un buen nombre para sus trabajos últimos pues “estar” en la pintura y descubrirse armando mundos mediante ella es lo que Adrián Paiva hace entregándose física y síquicamente a esa tarea. Comer pintura es pensar en la acción de pintar las relaciones entre los colores, las formas, la expresión de los trazos, entrar en conexión vital, visceral, con el material, con la impresión de lo observado dentro y fuera de la tela, es meterse en un trabajo que requiere -por su forma de ser artista- de su sangre, de sus kilos perdidos al pintar, de sus horas de sueño no conciliado. “Paiva, el último romántico” sería otro título adecuado del libro a publicar.

La instalación objetual “heladera de artista” es un maravilloso mundo de historias, un paseo mágico y alquímico por un espacio que parece un freezer de instantes, de reflexiones, de objetos que lo impresionan, lo inspiran o simplemente le atraen con la fuerza con que algunos objetos nos pueden atraer, accionándonos en el deseo de conservarlos sin reconocer por qué. Fetiches, sapos secos, piedras, maderas traídas por el río, pedazos de textos, detalles antiguos encontrados en algún sitio. El Tigre embarra todo, lo lleva a lo que es. La heladera se vuelve así una caja metafísica que nos puede llevar de la risa al temblor, del simple voyerismo que pretende husmear en la vida del otro como si miráramos por la ventana al vecino al encuentro con preguntas básicas; el artista verdadero es un filósofo de los símbolos, es un decidor que dice sin palabras. La heladera nos atrapa y nos lleva a nosotros mismos, nos da de cara con lo que parecemos ser, y así también la instalación ayuda a la lectura del resto de la muestra.


Para el artista del tipo que es Adrián Paiva, la búsqueda pasa por el silencio, la llegada se escribe con los términos de la búsqueda. Y la búsqueda se hace poniendo el cuerpo.






Damián Masotta





Fuente: http://www.masottatorres.com.ar/esp/muestras/paiva.htm

Poesía en el muelle 8: Miguel Gaya

Aria para don Juan L (Alberto Muñoz)



portada del disco de Liliana Vitale en donde aparece esta canción de A.M.





Tiene
 la edad de lo tanto
sangre
uva de parral
quiso morirse a versos
solo
lento
puro Paraná.

En la hierba
siesta
cuna de dormir
lo hondo
suena la pedrada seca
como un octubre
sin fondo.

Tiene
por el sauce
las venas
 rojas
de urdimbre
Y tinta
puro Paraná.
Tiene
 por el sauce
las penas
rojas
de tinta y vida
puro Paraná.

Cuando el terror infantil
vuelve carnaval la aurora
y de las aguas del patio
se nacen las mariposas
un filo
de cuchilla agria
separa el viento
y las hojas.

Algo
 o alguien
o piedra alguna
tuvo que robarle
a las ramas
el secreto…
cómo se van
moviendo
las cosas

en su sitio.

Desguace (Alberto Muñoz)


río paycarabí / invierno 2013- marisa negri





Una mancha pasa río abajo, es gasoil, hay un desguace cerca de aquí. La vieja lancha almacenera va camino al cementerio, hundida en el agua saluda por última vez.
La torcacita canta por motivos ajenos a ese cuerpo de clavos que el río arrastra. Como un jinete, el patrón de la almacenera viaja aferrado a su timón, muerto de frío. El viento barre una cinta de luto, el ojo rosado del gasoil extermina los helechos de la costa y los huevos del caracol.
Una opulencia de hormigas negras llevando a sus tierras subterráneas excrementos y hojas bermejas  forman un camino, ¡Ah, imitan las arquitectas divinas el periplo de la barca al cementerio! Lo mismo sucede por el río que por la tierra; un brazo rápido tuerce los rosales (también los pétalos sienten el martirio). La drupa pequeña del álamo envía al funeral sus frutos comidos, sus parásitos.

¡Éste es el paraíso terroso y anaranjado! Nec spe, nee metu, ni esperanza ni miedo.

Pescados de río (Javier Cófreces y Brian de la EP20 del Paraná Miní)

Oda al Paraná VIII (José Carlos Gallardo)





VIII

La arcilla fue la espuma primitiva
del mundo, el agua adánica
esculpida, el primer sonido
oscuro que llegó desde la nada.
Final arcilla para el agua, adobe
numismático de las islas.
El paisaje es un hombre. Crece el aire
en un tronco amarillo, polvo líquido.
Los riachos
llevan en hombros casas arcillosas
expuestas como máscaras del sueño.
Gris, la tierra y el agua, la madera
y el aire.
Y sigue el río su abismal molienda,
su cálido glaciar terroso
que convierte en isleños pompeyanos
hombres y adobes con igual silencio.

Oda al Paraná (José Carlos Gallardo)

Ricardo Supisiche- La escalera-





III
Islas: embocadura de las aguas.
Las islas son el pan de la corriente.
En las islas, el sol es verde.
Las islas tienen milenarios
huesos de tierra, antes que el hombre echara
una primera capa de cadáver
a su propia memoria. Entre las islas,
el planeta corrige su cansancio.
Sobre las islas, los insectos
proclaman la absoluta incandescencia,
los densos animales hacen
opaco el clima,
los pájaros infectan como un polen
y los yuyos devoran aire o luz.
Entre las islas, el silencio
crece desde un graznido
y hay un perenne olor a flor acuática
y un excremento matinal
y un triunfo de rumores inoíbles
y una estridente claridad profunda
donde es innecesaria la palabra,
la paz, la muerte y el sentido
público de las cosas.




José Carlos Gallardo
Nació en Granada (España) en 1925 y murió en Buenos Aires en 2008.
 Ha publicado “Madrugada” (1946), “A media montaña” (1952), “Hombre caído” (1954), La ceniza (1965), entre otros.
Este poema pertenece a “Oda al Paraná”, una edición ilustrada por Carlos Alonso, Juan Batle Planas, Francisco García Carrera, Mario Grandi, Roberto González, Oscar Herrero Miranda, Matías Molina, Ricardo Supisiche, Carlos Uriarte, Julio Vanzo y Roberto Viola.

sábado, 22 de marzo de 2014

Isla "El silencio" Arroyo Tuyú Paré (Miguel Gaya)










Esta casa

de pilotes

cerrados

a cal y canto

Este claro de

pasto ralo

donde está la casa

Esta humedad

de las paredes

entre los pilotes


¿Para qué están?






Dentro de la casa

Debajo de la casa

Contra la pared

¿Quién se acurruca?



¿Puede alguien arrullarse

en medio de su dolor?


/¿Solo?/


¿Puede una muchacha

arrullarse

si tiene

los labios

agrietados por el dolor?


¿Y qué escuchan

sus oídos

si se arrulla?

¿Cuál es el sonido

que hace

y que

se expande

en la parte baja

de la casa esa

de pilotes tapiados?


¿Qué orejas tiene

la muchacha

que se arrulla?

¿Qué labios?


¿Cómo son sus pies

desnudos o/

¿Cómo sus manos

atadas?


¿Qué escucharon

sus oídos/ a los que

ahora llega

su propio

arrullo?/


¿Qué escucharon antes

de que ese arrullo

de ella misma

surgiera

de adentro de ella

por sus labios?



¿Pasa ese arrullo

los muros?


¿Queda?




¿Cómo vuela

o se enrieda

entre los árboles?/

Entre los árboles/


¿Quién canta?

¿Qué arrullo o canto o salmo

queda

/ ahora

entre los años/

/ y los arbustos?




/¿Quién

canta?




/¿Quién

tiene/



mi voz?

que tanto duele?




Las instalaciones de la Isla El Silencio fueron utilizadas por la Armada Argentina como campo clandestino de detención en la última dictadura militar

de "Siluetas en la corriente del río" Ediciones del Cronopio Azul. Bs As. 2000

Cerca del río Tigre un domingo (Miguel Angel Bustos)








Cerca del río Tigre un domingo

Pienso
en la gente
que descansa
en la tierra húmeda
en las calles de naranjas.
Hablan
y ríen
de lejos.
Sobre el río Tigre
cae
el aire helado.
Un sol
hunde
los pasos en las aguas.

30.7.61

(madrugada)






Miguel Angel Bustos
Nació en Buenos Aires, el 31 de agosto de 1932. Entre 1952 y 1956 desarrolla su pasión por los idiomas (inglés, francés, portugués, italiano) y estudia hasta tercer año en la Facultad de Filosofía y Letras.
Entre 1960 y 1963 viaja por el norte del país, Brasil, Bolivia y Perú. Cuando regresa a Buenos Aires en 1964 se casa repentinamente y sufre una internación de casi un año en el neuropsiquiátrico Borda donde conoce a Jacobo Fijman.
Entre 1966 y 1967 el dibujo comienza a ocupar un lugar tan importante en su obra como la misma poesía, al punto que cuatro de sus cinco libros están ilustrados por él. Conoce a Leopoldo Marechal, al que define como su maestro y que prologa “proféticamente” Visión de los Hijos del Mal, publicado por la Editorial Sudamericana y por el que recibe el Segundo Premio Municipal de Poesía en 1968. Conoce a la artista plástica y definitiva mujer, Iris Alba. Entre 1969 y 1975 obtiene una Beca del Fondo Nacional de las Artes, con la que publica su quinto libro. También realiza una importante exposición de dibujos y pinturas cuyo catálogo es escrito por Aldo Pellegrini.
A partir de 1970 se dedica al periodismo como crítico literario, escribiendo en las revistas Siete Días y Panorama y en los diarios La Opinión y El Cronista Comercial.
En 1972 nace Emiliano, su único hijo. Dicta clases en la Facultad de Filosofía y Letras y se dedica al estudio del rumano.
El último domingo de mayo de 1976, un grupo de paramilitares lo secuestra de su casa. A partir de ese momento integra la lista de los treinta mil desaparecidos.

Delta (Viviana Abnur)





Viviana Abnur
Nació en Buenos Aires en 1964.
Publicó: “Quien asesinó a Bambi” (2002), Agosto (2007) y Delta (2011) , Flores y velas (2012)



tirar de la tela que envolvió los cuerpos desgarrar la costura la piel la hendidura la noche apenas un fósforo no alcanza para ver porque de pieles roces y costuras la luz no sabe nada tendré que matarte o morir a oscuras cuerpo a cuerpo en el vaso medio lleno del último vino la ventana se abrió para tu ojo las calles se inundan se trepa la ciudad se sube y los músculos del niño hacen al hombre la lluvia dale y dale las calles imposibles las señas del regreso entonces te das por perdido y elegís sobre esta parcela estoy mirándome los pies mojados en este delta




a un paso de la puerta de hielo el pueblo repollitos de agua camalotes sapos debajo del muelle el río cada tanto la orilla se interrumpe con el residuo de una lancha los padres preparan el asado los chicos hundimos las manos en los espumeros a la noche clavamos el palito despellejamos las ranas freímos en la playa comemos la arena despide al sol se enfría poco a poco

El río pasa (Guillermo Neo)






Guillermo Neo nació en Buenos Aires en 1971
Publicó: " El color de la Mesa" 1998, Ediciones del Diego, "Sucesos Orilleros", 2000 también por Ediciones del Diego. "La Siberia", 2001 en la Revista que circula por correo electrónico " Correo Extremaficción mensual de ficciones Números 5 y 6. "Swinger" 2002, bajo el Proyecto de Arte de Tapa (poesía + plástica) de la Casa de la Poesía, de la Dirección General del Libro y Promoción de la Lectura, Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Autónoma de Buenos Aires. "La Fragmentación", 2004 también en la Revista "Correo Extremaficción" mensual de ficciones Tomo IV Número 10/7. "Poemas de superficie", Ed. Gog y Magog, 2007.


El río fluye frente a mí.
De izquierda a derecha
Hoy parece algo más ligero
que de costumbre.

Una lancha pasa.
Atrás, deja su estela
y de ella se desprenden
a un lado y al otro
cantidad de olas.
En principio son blancas,
luego se tornan marrones.
En un río sin orillas
tendrían un recorrido infinito,
pero en este angosto canal
pegarán de lleno en la estacada
o se disolverán en arena.

Tras de sí
la lancha nos deja
un vacío confuso y disperso
una señal indescifrable
de eso que pasó
y no supimos comprender.

Por un momento deseamos ir tras ella,
como aquella torcaza
que en vuelo rasante
sigue la estela
o más bien, en verdad,
esa torcaza
es parte de la estela,
tanto como la ola,
como la espuma y las burbujas,
como el ruido del motor,
como el ruido del agua al golpear sobre sí misma,
o después, sobre la enramada.

El poema pues, llega a su fin.
Porque la lancha es ahora un punto más
en la recta del horizonte.
Porque el agua está plana.
Porque la estela se ha desdibujado.
Porque el motor apenas se escucha.
Porque ya no hay rastro alguno
de ninguna lancha.
Porque el poema pasó
Y su estela también.

El agua (Juan L. Ortiz)






Juan L. Ortiz (Argentina, Gualeguay, Puerto Ruiz, 1896 -Paraná, 1978)










Veis la de pies ligeros, mis amigos?
Quién vio una gracia, así,
con esas manos de luz
en pétalos
para los ojos
y más pétalos
para una melancolía
de orilla?

Quién vio, decid, quién vio?

Oh, no es la danza, sólo ella.
Es una alegría de cabellos, más allá de ella misma,
en un ir de destino
hacia el escalofrío del principio…
La alegría, mis amigos, la alegría destrenzada
Para un amor que se va, ay,
en las velas del día…
O la alegría pura
que muestra hasta las alas de la luz
sin requerir mostrarse ella,
en una idea ya de la alegría…

Y no es con ella nada, nada,
el pescador
que sale de la noche
con su palidez
más íntima,
en los iris más fugados,
para el gusto de arriba,
y continúa en el vacío,
sólo asido,
cuando se queda totalmente sin hora,
a la liana del vino…

Nada?
Y ese cielo ahora a sus pies,
desde sus pies hasta las islas,
en una brisa de países
de un más allá hundidos?
Nada?
No es también él
una sombra
muelle
y fluida
en la destilación imposible
de los follajes
y de las colinas
y de las nubes
y de las líneas de los vuelos,
de ese abismo a sus pies?

No se pierde asimismo, él, sin saberlo,
sauce sin saberlo
o cinta de paso sin saberlo,
en un infinito que mira y mira
del otro lado de la vida
en una ausencia
celeste?

viernes, 21 de marzo de 2014

Porque mi corazón está libre (Bernardo Uchitel)






Bernardo Uchitel



Bernardo Uchitel. Poeta argentino. Nació en Basavilbaso, Entre Ríos, en 1942. Vivió en la provincia hasta los trece años. Luego se radicó en Santa Fe, donde frecuentó a los escritores Juan Manuel Inchauspe y Hugo Gola. Tiene un solo libro publicado: “Poemas (1966-1970) ", Ediciones La Ventana, de Rosario; una antología de sus textos apareció en marzo de 1988, en la Revista “Poesía y poética”, que dirigía Hugo Gola en Santa Fe y luego hizo célebre en México. Actualmente prepara una edición con todos sus poemas posteriores.





Porque mi corazón está libre
gira en él el viento
y el polvo cósmico
Porque mi corazón está libre
escucho desde las islas
las voces de las aves acuáticas
y de las ranas
Y veo en la rama
al Martín Pescador acechando
el agua
Bandadas de siriríes y crestones
cruzan el cielo
y no digo que sí
y no digo que no
Porque mi corazón está libre
estoy en el lugar
y no pregunto
ni destruyo.


(tomado del blog de Marcelo Leites: www.ustedleepoesia2.blogspot.com.ar) 

La casa de madera (Martín Rodríguez)












Martín Rodríguez nació en Buenos Aires el 8 de abril de 1 978. Tiene los siguientes libros publicados: Agua Negra, Editorial Siesta, 1998; Natatorio, Editorial Siesta, 20900, El Conejo, Ediciones del Diego, 2001; Lampiño, Editorial Siesta, 2004 y Maternidad Sardá, Vox, 2005.- Obtuvo el primer premio del Concurso del Fondo Nacional de las Artes, 2003







La casa sólo de madera. Todo, todo.

Madera pino quebracho algarrobo

Y sauce llorón al pie del río. Un pucherito

al pie de la luz y el rio. Una hoja lenta en el aire donde

temblar, si hace falta. Esa es la casa.

Uno a uno todo hachado en el monte.

Ir y volver, ir y volver con la carga en la sangre.

Hachar tanto hasta quebrar la raíz de uno. Y recién ahí

una casa de madera.