río paycarabí / invierno 2013- marisa negri |
Una mancha pasa río abajo, es gasoil, hay un desguace
cerca de aquí. La vieja lancha almacenera va camino al cementerio, hundida en
el agua saluda por última vez.
La torcacita canta por motivos ajenos a ese cuerpo de
clavos que el río arrastra. Como un jinete, el patrón de la almacenera viaja
aferrado a su timón, muerto de frío. El viento barre una cinta de luto, el ojo
rosado del gasoil extermina los helechos de la costa y los huevos del caracol.
Una opulencia de hormigas negras llevando a sus tierras
subterráneas excrementos y hojas bermejas
forman un camino, ¡Ah, imitan las arquitectas divinas el periplo de la
barca al cementerio! Lo mismo sucede por el río que por la tierra; un brazo
rápido tuerce los rosales (también los pétalos sienten el martirio). La drupa
pequeña del álamo envía al funeral sus frutos comidos, sus parásitos.
¡Éste es el paraíso terroso y anaranjado! Nec spe, nee
metu, ni esperanza ni miedo.
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