La brisa,
alineando fugaces
caligrafías,
en el río trazaba
párrafos y más párrafos
de olas finas.
Un ejército rítmico
de respuestas venía
al encuentro de todas
las preguntas.
Cada renglón de agua,
al llegar a la orilla,
cantaba su mensaje
desfalleciente,
y al silencio volvía.
Desde el horizonte,
de línea a línea,
rodaban a la tierra
frases desconocidas.
¿Qué piedad sin riberas
hablaba con el mundo?
Sólo el agua entendía
la palabra
que intentaba el misterio,
sólo el agua
y la brisa.
Margarita Abella Caprile (Buenos Aires 1901 -1960)
en Obras Completas, La Nación, 1964.
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