domingo, 26 de mayo de 2019

Remontando el río Paraná / Theodore Child. Eduner, 2018.

Participando de la convocatoria de Conabip #fuialríoaleer compartimos este fragmento de Remontando el río Paraná , crónica que escribiera el periodista inglés Theodore Child en 1890.







El 20 de mayo de 1890 dejé Buenos Aires para iniciar un viaje remontando el río Paraná a bordo de un barco perteneciente a la flotilla de la Platense Company, el Olympo. Generalmente estos barcos salen desde Campana, cincuenta millas por tierra y ciento diez millas por agua desde Buenos Aires; pero, en lo que fue una excepción salimos desde La Boca, cuyos muelles presentaban la escena habitual de animación, confusión y crueldad hacia los animales que los destacan. Salimos a través del estrecho canal de dragado, disfrutando de una vista panorámica de la ciudad, y ganamos las aguas marrones del río, atestadas de vapores y embarcaciones a vela de todo tipo. Partimos al mediodía y pronto dejamos de ver tierra, y no fue hasta la puesta de sol, a las cinco de la tarde, que observamos al otro lado de aguas doradas y enrojecidas, algunas orillas bajas y fangosas hacia la derecha, y hacia la izquierda una isla rocosa, llamada Martín García, de un par de millas de largo, elevada unos ciento treinta pies sobre el agua y ubicada en el Río de la Plata, a dos millas de la costa uruguaya y a veinticuatro de la costa argentina.
La Isla Martín García ha sido llamada "la Gibraltar del Río de la Plata". Domina la entrada del río Uruguay y la del canal de aguas profundas del Paraná llamado Paraná Guazú; al otro canal se lo llama Paraná de las Palmas y sólo puede ser navegado por barcos de calado ligero. La Isla Martín García pertenecía formalmente a la República del Uruguay, pero fue anexada por los argentinos a fin de evitar que cayera en mano de los brasileños. Está fortificada y tiene una escuela naval. Estamos ahora en el delta del Paraná, que tiene veinte millas de ancho y se extiende trescientas millas río arriba, en el cual hay cientos de islas, algunas pantanosas, otras de extrema fertilidad en las que hay plantados álamos y melocotoneros, y están habitadas por horticultores; otras, nuevamente, cubiertas sólo con malezas y ceibos, un árbol bajo de la familia de la acacia, que sostiene brillantes flores escarlatas. En el viaje de regreso atravesé el canal de Las Palmas, admirado por la belleza de sus islas, y noté los florecientes pueblos y puertos de Campana, Zárate, Baradero y San Pedro, donde parecen hacerse muchos negocios con las conservas de carne refrigerada, así como también con los productos agrícolas y de pastoreo, la leña y las destilerías. 
En Zárate hay una fábrica de papel y un depósito de armas del gobierno. Nos perdimos de todo esto en el viaje de ida porque luego de que pasamos la noche en la Isla Martín García cayó la noche, la luna se elevó y el barco continuó estremeciéndose bajo el claro y estrellado cielo, entre las siluetas negras y azuladas de las islas a ambos lados.

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