miércoles, 19 de junio de 2019

La invasión rusa - primera parte- Alberto Muñoz


FASTOS

En el Delta del Paraná y a menos de cien kilómetros del Ojo de Agua, vive y se extiende una extraña comunidad islaria.
Se trata de una nación - así llaman sus habitantes al territorio- donde vivir y morir está fuera de toda ley. Al lugar se lo conoce como La Invasión Rusa.
Los moradores parecieran vivir en el modesto y molesto territorio de la imaginación, si bien es cierto que sostienen una realidad mucho más compleja que la realidad misma del Delta.
¿Qué es real, qué se atreve a no serlo?
Al parecer los rusos, son una respuesta a eso; un apunte más en la prodigiosa naturaleza del Paraná.

ASENTAMIENTO RUSO

El paisaje verde deja ver unas casas rústicas, en altura, viviendas palafíticas hechas para que la inclemencia del tiempo las destruya. Vuelven a ser levantadas inmediatamente después de una tormenta ventosa; en eso consiste construir para la destrucción. Lo que se levanta requiere de una inteligencia inconsútil que vuelva todo al comienzo indefinidamente.
No hay colores en las casas. recubiertas por fuera y por dentro con limo y materia orgánica en forma de turba, lucen en el aire como insectos lujuriosos.
La Nación está atestada de puentes.Todas las casas tienen varios de ellos, en su mayoría tendientes a las estrellas. Los puentes armados por detrás de las viviendas favorecen el paso de los ancestros. Fantasmas que van y vienen visitando a los suyos. Nadie arregla los puentes que se desmoronan con el paso de los ancestros.
Es un islario pequeño con dos orillas enfrentadas. Los hombres y las mujeres también están enfrentados desde siempre, conviven en una batalla silenciosa. Ese enfrentamiento se comporta como un pulmón que trae el pasado y se lleva el presente a los confines de la Rusia Imperial.
Están en la nación hace más de cien años. El Delta los ignora. Practican el silencio para no envejecer.
En los mapas de Prefectura, el asentamiento figura como un punto negro. Nadie llega hasta el lugar. Los curiosos que han merodeado el territorio no han visto nada, ni casas ni puentes, como si se tratara de una mala jugada de la imaginación, pero los rusos están, y con ellos sus estrategias para no ser vistos ni oídos, ni incluidos en los mapas del Delta. Los avistajes en helicóptero arrojan los mismos resultados. No hay rusos. Nunca los hubo.
Las batallas entre ellos son sangrientas pero transcurren en silencio. Los muertos se entierran al día siguiente del combate, en las soledades más inmensas de la mente. Morir no es azar.
Sus tradiciones permiten santos. Se les fabrican camitas para poner debajo de las camas. Con las inundaciones los santos viajan en sus barquitas rumbo al Vacío.

en “Islario fantástico argentino” Buenos Aires : Siwa- Biblioteca de los Confines, 2018.

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